Seleccionar página

Esta mañana estaba desayunando mientras pensaba en el siguiente email semanal, cuando de pronto he oído a los vecinos discutir.

Y hoy quiero hablarte de esto: discutir no sale gratis, nos pasa una factura enorme. Y te lo dice alguien que ha sido una guerrera incansable. He defendido a capa y espada la importancia de comunicarnos, de expresarnos, de compartirnos, de intimar emocionalmente.

Para mí es vital la conexión profunda con la persona que tengo en frente. Y hablo de un familiar, pareja o amig@; hablo de cualquier ser humano con quien comparto momentos de vida.

Sencillamente estar fisicamente con alguien y sentir distancia emocional es algo que me entristece en lo más profundo de mi alma. Empiezo a sentir cómo me voy apagando, como va muriendo algo dentro de mí.

Por eso, a lo largo de mi vida he tratado de conectar con las otras personas.

Y hoy te quiero contar lo que he aprendido sobre ello:

1. Cuando en nuestro día a día nos encontramos con otras personas, nuestro cerebro, por así decirlo, «se ilumina». Una de las áreas que primero reacciona es el córtex prefrontal rostromedial.

Sin embargo, hay otra parte que se enciende casi como un árbol de navidad cuando encontramos a alguien con quien conectamos de manera más profunda. Este lugar se encuentra justo en ese espacio donde confluyen el lóbulo temporal y el lóbulo parietal.

Los neurocientíficos nos dicen que es aquí donde se desarrollan nuestros procesos cognitivos más abstractos, más complejos y por instantes, incluso, inexplicables.

Pero no siempre es posible conectar profundo con la otra persona porque para que esto ocurra, antes cada un@ ha de conectar profundo consigo mism@.

2. Cuando me he esforzado por conectar con la otra persona a fuerza de adaptarme a sus ritmos, a sus necesidades y a sus gustos… yo misma me he colocado en un lugar en donde expresar mis necesidades y mis gustos, o respetar mi propio ritmo, se convertía en un acto reivindicativo.

He llegado a pensar que discutiendo con la otra persona iba a lograr ser entendida, comprendida, y finalmente querida.

Y ahí me perdía porque daba al otr@ un poder que solo me correspondía a mí. Buscaba que aquella persona de alguna manera validara mis emociones.

Validar es que aquella persona que te ve expresando lo que sientes lo acoja, que sea compasiva contigo, que te comprenda, y que no trate de cambiar lo que sientes.

¿Y qué ocurría? Que cuando la otra persona no validaba lo que yo sentía, me sentía culpable. Y o bien anulaba lo que sentía para que no hubiera conflicto.

O por el contrario, me enfadaba con la otra persona y discutía para hacerla ver que «yo tenía razón».

Y realmente yo no quería tener razón, lo que quería es que la otra persona SI me diera lo que yo no era capaz de darme: que pudiera decirme «está bien sentir lo que sientes», «está bien ser como eres», «te quiero tal y como eres».

Ha sido un camino de vida el desarrollar una madre nutricia, esa parte de mí que me acoge, me arropa, me dice «cariño, está bien que te sientas así». Y en Programa LOA trabajamos el desarrollar esta madre nutricia.

Porque cuando viene una emoción a tu cuerpo es porque hay algo que lo genera, y esa emoción te está dando información muy valiosa.

Porque cuando tú reconoces lo que sientes, lo amas, lo abrazas y lo validas, te prometo que no dependes de que el otr@ lo haga.

Porque cuando tú tienes esa profundidad para contigo, eliges tener cerquita a personas con las que esa conexión profunda se da.

«Y acabó entendiendo un mensaje sincero

Cuídate, cariño, hazlo por ti primero

Que a poquito que empieces, nadie te podrá apagar»

Canción Guerrera, de Valeria Castro

Si quieres tener esa conexión profunda contigo, y desarrollar tu madre nutricia, esa parte de ti que te acoge, te arropa, te dice «cariño, está bien que te sientas así», solicita una sesión de valoración gratuita para conocernos y para poder valorar juntas si el Programa LOA es para ti.

Con amor,

Laura